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...Y pensar que el día que la conocimos dijo:-Quiero hacer este taller para contarles cuentos a mis nietas- Y sí...le contó cuentos a sus nietas, a sus amigos, al público, a su gente... Durante más de siete años no paró de contar... Nos hacía vivir las historias con esa voz...
Como si tuviera Azúcar en los labios era capaz de transformarse en la inocente Tía Amelia o el avaro Celestino Abril...y con sus manos podía jugar con Un sombrero, matar con una Pata de cordero o soltar un Globo azul...Otras veces, casi sin moverse, contaba un cuento y parecía Caminar sobre el agua o por La calle de las novias enamoradas...de vez en cuando hacía ese gesto con sus ojos hacia arriba como si fuera a Mirar la luna, y Ese cierto silencio que sabía hacernos escuchar, justo antes del esperado final de la historia...
El final que nuestra compañera se merece es ese que dice: ...pero hay fuegos que arden con tantas ganas que es imposible mirarlos sin parpadear...y quien se acerca, se enciende.
Reneè, Gracias por encendernos.
Alicia, Sara, Leticia, Beatriz y Gabriela.
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